El bautismo en Rovirosa

Hoja informativa 18 · 2018. Causa de canonización de Guillermo Rovirosa

Cuando a la edad de 36 años Guillermo Rovirosa se convierte a la fe cristiana descubre el valor del bautismo. Había sido bautizado poco después de su nacimiento; su familia, la parroquia y el colegio le habían iniciado de algún modo en la vida cristiana siendo niño. Pero esa base infantil no fue suficiente para dar paso a una fe personal adulta; ya en su juventud abandona sus prácticas religiosas a las que no encuentra sentido.

Será más tarde, después de buscar en distintas filosofías y corrientes religiosas la verdad que podrían contener y acabar dejándolas porque ninguna le convence, cuando se da cuenta de que rechazando a Jesús y su Evangelio está negando lo que realmente no conoce. Él es sincero e intenta actuar con honestidad. Se plantea entonces una aproximación a la figura de Jesús: su persona, su actuación, su enseñanza… Un año largo de estudio, reflexión y contacto con cristianos de honda experiencia de fe le irá aclarando un camino en el que lo que va descubriendo le llena, responde a su necesidad de conocer la verdad y él mismo se siente atraído por Jesús. Su respuesta será un SÍ consciente, responsable, comprometido, que abrirá una nueva etapa en su vida, en adelante luminosa y ampliamente fecunda.

No necesitó bautizarse entonces. Su bautismo ya había sido definitivo desde el primer momento. Pero sí completa la parte que a él le correspondía aportar y que nunca había hecho: ahora pone su vida entera a disposición del Señor. No puede ser menos, cuando se trata de que antes el mismo Jesús le había entregado la suya. En adelante Rovirosa vivirá permanentemente consciente y agradecido por lo que el Bautismo ha supuesto para su vida. Y dará testimonio de ello a quien le quiera escuchar. Ha descubierto un tesoro que no puede ocultar.

Percibe con claridad que en el bautismo nos jugamos la vida. Aceptamos morir (al egoísmo, a todo lo que supone poner el propio «yo» en el centro de la existencia) para acoger una vida nueva esplendorosa: la de Jesús y su Espíritu, hasta el punto de poder decir «vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí».

Podría hablarse como de un contrato en el que Cristo pone su vida, entregada en la cruz, y espera que el que se bautiza ponga la suya, que en adelante será de Cristo. ¡Gran negocio!, podríamos exclamar. La realidad es que, cuando el amor anda por medio, los términos contrato o negocio se nos quedan pequeños. Es el amor impresionante de Cristo el que le ha llevado a entregarse por nosotros y es el conocimiento y la experiencia de ese amor que ya recibimos el que nos anima a responder con todo el amor de que disponemos. El resultado es que la muerte real de Jesús y la muerte mística del bautizado confluyen en una resurrección que muchas veces expresamos con la palabra santidad.

El bautismo produce el milagro de dar la vida divina a una criatura humana. El bautizado, habiendo renunciado a sí mismo (a su ego), toma su cruz y sigue a Jesús.

A partir del bautismo, la virtud clave es la fidelidad. Oímos hablar de los fieles cristianos, pero hemos perdido el sentido de la expresión «fiel». O somos fieles o somos traidores. Y somos traidores cada vez que despreciamos el don de Dios y anteponemos «lo mío» a «Cristo en mí».

Teniendo en cuenta su experiencia adolescente y juvenil, afirma Rovirosa que «en el orden sobrenatural la mayoría de edad comienza cuando el bautizado acepta conscientemente y sin restricciones los compromisos que otros aceptaron provisionalmente en su nombre en el momento trascendental de su bautismo». Y resalta la importancia de renovar las promesas bautismales, tal como solemos hacer en la Pascua: «es el acto más serio de la vida, los demás actos serios dependen de la seriedad con que uno se toma su ser cristiano».

SUS ESCRITOS

«Cuando los seglares nos percatamos de la grandeza y de las exigencias de nuestro bautismo cristiano, por el que morimos (místicamente) al mundo y resucitamos en Cristo; que desechamos la lucha como ley de vida y entramos en el mundo divino del Amor (siempre en las tres dimensiones de pobreza, humildad y sacrificio para que sea Amor de verdad y no apariencia de amor); que nuestra vida religiosa no es cuestión de un ratito de vez en cuando, sino que dura veinticuatro horas cada día; entonces las tareas (las económicas, las sociales y las políticas) aparecen claramente como las tareas propias de los seglares cristianos fieles al Espíritu que recibimos en el bautismo».

(Obras Completas. Guillermo Rovirosa, Tomo I. Cooperación y comunidad. Ediciones HOAC, 1995, pág. 184).

TESTIMONIO

«No quiero esperar más tiempo para decirle el doble resultado de la conversación con usted del pasado día tres. El primer resultado ha sido que desde ese día estoy viviendo, minuto a minuto, como nunca me había pasado, el misterio del santo Bautismo con plena conciencia. Puede que resulte gracioso oír esta confesión de un sacerdote… Pero es así. Usted no me dijo nada nuevo, pero yo me sentí inundado de gracia, de convicción, de un deseo irresistible de vivir la gracia bautismal con una plena conciencia y con todas las consecuencias. Puedo decirle que el recuerdo de mi Bautismo me ha dado una gran fortaleza y confianza y una alegría inexpresable.

El segundo resultado ha sido que me he decidido a llevar a la práctica este año una campaña destinada a dar a conocer y estimar el Bautismo y a sugerir las responsabilidades personales y sociales que pesan sobre los bautizados».

(De la carta de un sacerdote capuchino a Guillermo Rovirosa el 10-1-1958).

AGRADECIMIENTO

Mi amigo Jesús acaba de ser operado de un tumor entre dos de sus vértebras. Desde hace muchos años cargó con pianos, lavadoras y muebles pesados que había que subir a pisos altos por escaleras estrechas. Ni su esfuerzo entonces ni su dolor últimamente apagaron su alegría y su bondad. Lo he encomendado a G. Rovirosa en la seguridad de que sintonizaría con él y ya desde ahora le agradezco la ayuda que le está prestando.

(A.G. Ferrol)

ORACIÓN

Padre, tú llamaste a Guillermo Rovirosa,
le mostraste la grandeza de tu amor, manifestado en Jesucristo,
el obrero de Nazaret entregado hasta la muerte y resucitado,
y lo enviaste como apóstol al mundo obrero.

Concédenos vivir, con su misma coherencia,
el bautismo que nos ha hecho hijos tuyos,
de modo que en el trabajo de cada día
lleguemos a transformar las realidades sociales según tu voluntad
y a transmitir la alegría de la fe a nuestros hermanos trabajadores.

Te pedimos, por su intercesión,
ayuda ante la necesidad que te presentamos (…)
y el gozo de agradecértela con un mayor compromiso
a favor del amor y la justicia.

Por Jesucristo nuestro Señor

(para uso privado)

HOJA Rovirosa n 18

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